EL HOMBRE DE NEGOCIOS CAPITULO XIII
- Buen día – le dijo éste. – Su cigarrillo está apagado.
- Tres y dos son cinco. Cinco y siete doce. Doce y tres quince. Buenos días. Quince y siete veintidós. Veintidós y seis veintiocho. No tengo tiempo de volver a encenderlo. Veintiséis y cinco treinta y uno. ¡Uf! Eso da entonces quinientos un millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno.
- ¿Quinientos millones de qué ?
-¡Eh! ¿Todavía estás ahí ? Quinientos un millones de... Ya no sé... ¡Tengo tanto trabajo ! Yo soy un hombre serio, no me divierto con tonterías ! Dos y cinco siete...
- ¿Quinientos millones de qué? – repitió el principito, que nunca jamás había
renunciado a una pregunta una vez que la había formulado.
El hombre de negocios comprendió que no había ninguna esperanza de paz.
- Millones de esas pequeñas cosas que se ven a veces en el cielo.
- ¿Moscas ?
- Pero no, de esas pequeñas cosas que brillan.
- ¡Ah! ¿Estrellas ?
- Sí, eso. Estrellas.
- ¿Y para qué te sirve poseer las estrellas ?
- Me sirve para ser rico.
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